
La novela Assasin’s Creed Renaissance, basada en la vida y hechos de Ezio Auditore, ha llegado a España de la mano de La Esfera de los Libros. La novela, que está escrita por Oliver Bowden, salió hace casi un año en Reino Unido y unos 8 meses en EEUU, llega justo para que vayamos refrescando la memoria hasta el lanzamiento de Assassin’s Creed: La Hermandad, el 18 de Noviembre. Vendrá en formato rústico, 392 páginas por 19€ precio recomendado (en FNAC lo tienen a 18, creo).
Y como leer es bueno, y la ambientación era genial en el juego, lo ponemos por aquí. Por si alguien se anima a leerlo, que falta hace.
Si queréis leer alguna página, tenéis un par tras el salto.

Las antorchas brillaban y titilaban en lo alto de las torres del Palazzo Vecchio y el Bargello, y tan sólo unos pocos farolillos destellaban en la plaza de la catedral, algo más hacia el norte. Algunos más iluminaban los muelles a lo largo de las orillas del río Arno donde, por tarde que fuera para una ciudad en la que la mayoría de la gente se retiraba a su casa con la llegada de la noche, se distinguían entre la penumbra unos cuantos marineros y estibadores. Algunos de los marineros trabajaban aún en sus barcas y botes, apremiados para llevar a cabo las últimas reparaciones de los aparejos y enrollar debidamente los cabos sobre las cubiertas oscuras y recién fregadas, mientras que los estibadores se apresuraban arrastrando o cargando bultos para encerrarlos en la seguridad de los almacenes cercanos.
También en las tabernas y los burdeles centelleaban las luces, pero muy poca gente rondaba por las calles. Habían transcurrido siete años desde que Lorenzo de Medici, que por aquel entonces contaba veinte años, fuera elegido para gobernar la ciudad, trayendo con él al menos cierta sensación de orden y tranquilidad a la intensa rivalidad reinante entre las principales familias de banqueros y mercaderes que habían convertido Florencia en una de las ciudades más ricas del mundo. A pesar de ello, la ciudad no había dejado de estar en constante ebullición, pues las facciones luchaban sin cesar por hacerse con el control, algunas de ellas cambiando sus alianzas, otras manteniéndose siempre como enemigos eternos e implacables.
Florencia, en el año del Señor de 1476, incluso en una noche de primavera impregnada por el dulce olor del jazmín, cuando casi era posible olvidar el hedor del Arno si el viento soplaba en la dirección adecuada, no era el lugar más seguro para pasear después de la caída del sol.
—¿Dices que mi padre era más que un simple banquero? —le preguntó a su tío.
—Mucho más —respondió muy serio Mario—.Tu padre era un asesino con una formación excelente.
—Esto no puede ser… Mi padre fue siempre un financiero, un hombre de negocios… ¿Cómo quieres que fuera un asesino?
—No, Ezio, era mucho más que eso. Nació y se crio para matar. Era miembro superior de la Orden de los Asesinos. —Mario dudó un instante—. Sé que habrás descubierto algo de todo esto en la biblioteca. Tenemos que hablar de los documentos que te confió tu padre y que tuviste el ingenio de recuperar, a Dios gracias, de Alberti. Aquella lista de nombres… no es un listado de acreedores, ¿sabes? Son los nombres de todos los responsables del asesinato de tu padre, hombres que forman parte de una conspiración aun mayor.A Ezio le estaba costando asimilar aquello: todo lo que creía sobre su padre y su familia resultaba ser ahora una verdad a medias. ¿Cómo era posible que su padre se lo hubiera ocultado? Era todo tan inconcebible, tan extraño… Ezio eligió con cuidado sus palabras, pues creía que su padre debió de tener sus motivos para mantener su secretismo.
—Acepto que mi padre fuera mucho más de lo que nunca podría haber llegado a imaginarme, y perdóname por haber dudado de tu palabra, pero ¿a qué viene tanto secretismo?
Mario tardó un poco en responder.
—¿Conoces la Orden de los Templarios?
—He oído hablar de ellos.
—La Orden se fundó muchos siglos atrás, poco después de la Primera Cruzada, y se convirtió en una fuerza de combate de élite integrada por guerreros al servicio de Dios; de hecho, eran monjes con armadura. Hacían promesa de abstinencia y voto de pobreza. Pero pasaron los años y su situación cambió. Con el tiempo empezaron a implicarse en las finanzas internacionales y con mucho éxito, por cierto. Las demás órdenes de caballeros —los Hospitalarios y los Teutones— los miraban con recelo, y su poder empezó a ser causa de preocupación, incluso para los reyes. Establecieron su base en el sur de Francia y en sus planes estaba constituir su propio estado. No pagaban impuestos, tenían su propio ejército privado y empezaron a subyugar a todo el mundo. Finalmente, hará unos doscientos años, el rey Felipe el Hermoso de Francia decidió actuar contra ellos. Hubo una purga terrible, los Templarios fueron arrestados, expulsados, masacrados y acabaron siendo excomulgados por el Papa. Pero fue imposible erradicarlos por completo, pues poseían en torno a quince mil cabildos repartidos por toda Europa. Todo y con eso, con sus fincas y sus propiedades anexadas, dio la impresión de que los Templarios desaparecían, de que su poder estaba roto.—¿Y qué fue de ellos?
Mario movió la cabeza.
—Naturalmente, planearon una estratagema que garantizara su supervivencia. Pasaron a la clandestinidad, atesoraron las riquezas que pudieron retener, conservaron su organización y, más que nunca, se concentraron en su verdadero objetivo.
—¿Y cuál era?
—¡Cuál es, querrás decir! —Mario echaba chispas por los ojos—. Su intención no es otra que dominar el mundo. Y sólo existe una organización consagrada a desbaratar sus planes. La Orden de los Asesinos, a la que tu padre y yo tenemos el honor de pertenecer.
«En el transcurso de aquella hora Ezio dejó de ser un chico para convertirse en un hombre. El peso de la responsabilidad que suponía vengar y corregir aquel mal atroz cayó sobre sus espaldas como un pesado manto.
Tumbado sobre un montón de sacos, notó que su cuerpo empezaba a temblar. Su mundo acababa de quedar destrozado. Su padre…, Federico… y, Dios, no, el pequeño Petruccio… Todos desaparecidos, todos muertos, todos asesinados. Sujetando su cabeza entre las manos, rompió a llorar, incapaz de controlar aquel derramamiento de dolor, miedo y odio. Sólo después de varias horas fue capaz de apartar las manos de su cara: sus ojos estaban inyectados en sangre y llenos de inquebrantable venganza. En aquel momento supo Ezio que su anterior vida había acabado: Ezio, el chico, se había ido
para siempre. A partir de ahora, su vida giraba en torno a un objetivo, un único objetivo: la venganza.»