Topofarmer, la Madrid Games Week y los niños rata

Ayer era el día para prensa y profesionales en la Madrid Games Week, así que desde la redacción mandamos un equipo con un enviado especial a cubrir el evento. Vamos, que ya que vivo al lado aproveché y fui a ver qué se cocía por ahí.

Como es costumbre, voy a contaros un poco qué tal mi día y todo eso que hice, que igual os interesa. O igual no. Todo remozado con unas estupendas fotos con calidad de mierda hechas con el móvil.

Aunque abrían a las 9, llegué a eso de las 11. Total, no había prisa y como hoy era el día de gente seria no habría problemas de colas ni nada de eso. Saco mi pase de gente guay, llego pabellón 8 y entro. Bueno, antes paso por el ropero y dejo el abrigo mientras me asusto con el cartel de 2€/hora, hasta que leo que eso es del parking. Lo mío son 1.65€ todo el día, ya lo cargaré como gastos de empresa.

Y ya estaba dentro. Todo un mundo nuevo delante de mis ojos y pienso: «¿qué hago aquí?». Mal empieza todo cuando me doy cuenta de que realmente no me llama nada, pero hay que hacerlo por los lectores. Así que al Dead Rising 3 que fui, que era lo que más cerca tenía.

El juego, pues bueno, sí tiene sus miles de zombies, pew, pew, boom y todo eso, pero me sigue faltando un poco de locura sin sentido como en los anteriores, en el centro comercial o en un casino. Creo que el que sea más realista y el escenario fuera un exterior le quitaba ese punto que buscaba, pero bueno. Aun así no estaba mal y atropellar a zombies con una excavadora siempre está bien. Y ojo, que estaba yo concentrado con los cascos jugando y veo que el zombie feo este de arriba se me tira encima, y yo pegando un bote de cojones.

Como dato curioso, un amiguete que probó el juego conmigo consiguió romperlo al pulsar el menú, haciendo que se desfigurase toda la imagen. Primera muerte next-gen del día.

También ya que estaba pues probaba el mando de Xbox One, que todavía no lo había tocado. Viniendo de uno de Xbox 360 ya os podréis imaginar cómo es. Perfecto, vamos. Y eso que todavía no había llegado la sorpresa con el mando, que eso llegó luego.

Al salir de Dead Rising 3 fui al stand de Sony, justo enfrente y con un montón de PS4 con todos esos juegos tan maravillosos que tiene de lanzamiento. Tocaba probar Killzone: Shadow Fall. Soy un enemigo acérrimo de la saga Killzone, siempre me ha parecido que son malos juegos tras una capa de pintura muy espectacular. Pero malos al final. Y Shadow Fall no podría reafirmarme más.

Como dato curioso dos, nada mas coger el Dualshock 4 se apagaron todas las PS4 que había expuestas. Era algo rollo complot de Sony para que no probara el juego o señal divina para que me ahorrara esa mierda. Lo que importa es que mi plan nintendero de dominación a base de boicotear el resto de consolas iba tomando forma.

El mando bastante bien, por cierto, aunque el stick abajo me sigue chirriando. Al menos no me entró cáncer de manos al cogerlo, como con el DS3. El que sea más grande le hace bastante favor, porque es cómodo.

Nada más empezar y no deleitarme con los graficotes (era algo que me daba exactamente igual, y como no me dejó con los huevos por el suelo no les hice mucho caso) me dicen que tenemos unos malos debajo nuestro y que hay que aplicar justicia y llevar la democracia a su pueblo. Matándolos a todos, claro. Rompo la cristalera bajo mis pies y caigo y se lía la de dios, con disparos por todos los lados, un control que me daba sida y un caos todo.

Al final consigo matar a todo el mundo, así que el pueblo Hellgast ya es libre, y decido seguir avanzando. O igual no, porque el nivel es circular y por muchas vueltas que voy dando no encuentro ni más enemigos ni ningún sitio por donde avanzar. Y es que tenía que reventar una pared random a balazos, algo que no me había dicho nadie. O igual sí, pero como en ningún sólo puesto de PS4 en la feria funcionaba bien el audio por auriculares a través del mando, pues no me había enterado.

Estuve jugando un rato más y al final lo dejé porque entre que los shooters no me van y que Killzone me parece lo peor, me iba a dar algo ahí. Menos mal que pude resarcirme con el mejor juego de lanzamiento de PS4: Octodad.

Lo bonito de este juego es que nunca sabes qué haces, porque el control es tan malo (es a propósito, no como en KZ) que para lo poquito que hice (ponerme una pajarita, llegar al altar y buscar un anillo para casarme) tuve que pasar por toda una odisea de diversión, ningún sentido y tentáculos amarillos.

Después de esto me hubiera gustado probar DriveClub (o #DriveClub como los guays), pero el juego no reconocía el volante y pedales, así que nada, porque con mando no quería jugar. Tampoco pude jugar a Destiny porque aunque tuvieran una estatua del tamaño de Gibraltar ahí expuesta, no estaba el juego. Pues muy bien.

Así que terminé ya con la PS4 de momento y me dirigí a la next-gen de verdad, la de Nintendo. Tras haberme cargado un Dead Rising 3 y los Killzone, deberían darme un premio o algo, pero parece que no. Aun así, hice mi boicot por amor al arte.

¿Y qué fue lo primero que probé allí? ¡Bravely Default!

¡Qué maravilla! ¡Qué bonito! ¡Qué clásico! ¡Qué todo! Creo que poco queda de decir del juego que no haya dicho en estos últimos meses. Es como los RPG de Square de toda la vida y como no es algo que abunde últimamente, pues eso está muy bien.

También pude coger una Nintendo 2DS, que no lo había hecho todavía, mientras veía cómo la gente se mataba por unas camisetas horribles de Pokémon. Para que yo diga que algo de Pokémon es feo, imaginad cómo tienen que ser. Pero esto es España, y basta con dar algo gratis para que la gente se apelotone, se arañe, se muerda y mate al de al lado con tal de llevarse algo que nunca te pondrás.

Pero volviendo a la 2DS, la verdad es que me pareció bastante cómoda. Se llegaba bien a todos los botones, los gatillos estaban perfectos para descansar la mano y en general me gustó. Y más me hubiera gustado si no hubiese estado agarrada a un cepo de veinte kilos de esos que ponen para que no roben consolas.

Y ya que estaba, sólo me quedaba una cosa por probar en 3DS. Por probar otra vez, de hecho, porque ya me había pasado la demo hace tiempo:

The Legend of Zelda: A Link Between Worlds, cómo no. La demo era la de siempre, la de la mazmorra con muelles que hay que apretar a martillazos, donde te enseñan las armas y a usar el fundirse con las paredes, que puede dar mucho juego. Tengo ganas de que salga ya el juego para probarlo entero.

Después de eso pues jugué lo típico: Super Mario 3D World, Bayonetta 2, Mario Kart 8 y compañía. Ya los había jugado, ya me había pasado las demos, pero siempre está bien repetir. Y más ayer jueves que no tenía que hacer colas de cinco horas para probar cualquier cosa.

A partir de aquí ya la cosa decayó bastante. No había nada que me llamara de verdad, y tanto Xbox One como PS4 me dejaron bastante frío, al menos con el catálogo actual, y ya había jugado todo lo que quería. Así que bueno, volví a la zona de Xbox One, a ver más juegos.

Entré a Ryse, que no me hizo mucho. Era el modo Arena, donde matas hordas de enemigos en el Coliseo. No era el concepto lo que no me gustaba, sino la ejecución, porque las animaciones no tenían fluidez entre una y otra, haciendo que el juego fuera ataque, parar, ataque, parar, ataque… Ya imaginaba que no sería Bayonetta, pero un poco más de dinamismo y buen hacer no les vendría mal. El que todo fuera tan tosco le quitaba mucha gracia al tener que matar un enemigo tras otro. Me hubiera gustado probar el modo Historia, para ver si es verdad que está lleno de QTE que se pasan solos, pero no pudo ser.

Cuando salí de ahí entré rápido a Killer Instinct, que me gustó bastante, y fui a Forza 5 a tener el momento de revelación divina del evento: ¡los gatillos vibran! Puede parecer una gilipollez, pero cuando te salías a la gravilla los gatillos (con los que se aceleraba) se ponían a vibrar, y oye, mola. El mando de por sí ya me gustaba, pero con esto más.

Tras esta experiencia religiosa y tras esquivar a una televisión que entrevistaba a los que estaban corriendo (soy demasiado guapo para salir en un vídeo sin que me paguen) llegó el momento ¿y ahora qué? Había un par de cosas más que hacer, pero nada que me llamara poderosamente la atención. Me junté con Trolaso, youtuber, presentador de Meri TV, amiguete y peor persona, y nos dimos una vueltecilla para ver el recinto hasta que nos sentamos en un banco a descansar y llegó el momento…

¡NIÑOS RATA! Como no tengo fotos cojo esta de Internet, pero sirve igualmente. Unos niños de esos, que se tocan mirando a Youtubers e irán estos días a la feria a pedirles autógrafos al Rubius y compañía, vinieron a preguntarle si realmente era Trolaso, y que si nos podían seguir. Y joder, ¡lo hicieron! Íbamos andando por la feria y detrás teníamos un séquito de cuatro niños que nos seguían a cualquier parte.

Al final se terminaron yendo, supongo que porque llegaron sus madres a recogerlos o algo. Y lo jodido es que iban con pase de prensa o pases profesionales, para que veáis qué pitorreo es todo eso.

Y ya que estábamos por la zona de Namco-Bandai, pues quisimos probar lo peor de lo peor, así que ahí estábamos con el Dragon Ball Z: Battle of Z. Para que os hagáis una idea, yo no sabía hacer más que un puñetazo y el otro jugaba hablando con otro sin mirar la pantalla. Al final nuestro resultado fue el mismo:

Vaya castaña de juego, madre mía. Mejor lo intentaré olvidar y hacer como que nunca ha existido.

Y paseo para arriba, paseo para abajo, eso fue más o menos mi feria. Podría resumirla en next-gen que no me dice nada a día de hoy, mandos cómodos, catálogo meh (y de lo visto, mejor Xbox que PS4, aunque eso seguramente cambie en el futuro) y una feria sosaina. Al menos la parte de Nintendo daba lo que prometía.

Dudas, ruegos y peticiones en los comentarios, que seguro que probé y vi cosas que se me ha olvidado poner aquí.