Análisis inFAMOUS: Second Son (PS4)

La gran exclusiva hasta el momento de PS4 es, sin duda, inFAMOUS: Second Son. Aunque los anteriores juegos no causaron mucho ruido, este sí lo está haciendo, tanto por el estado del catálogo como por los gráficos y efectos de los que hace gala.

Después de unos días dedicándome a matar músicos callejeros, hombres anuncio, hippies manifestándose y policías, por fin he dado el paso de seguir en la historia para ver cómo acababa, y sinceramente ha sido mejor el camino que el final. Diría que como casi siempre pasa en los mundos abiertos, pero aquí más en concreto por lo sosa y predecible que es la trama.

Delsin, el protagonista, es un grafitero que puede absorber los poderes de otros conductores (gente con poderes) y los usa para salvar a su familia, quienes han sido atacados por la policía anti-bioterroristas (así llama la sociedad a los conductores). Si cogemos el camino del karma negativo, como hice yo, todo va a girar entorno alrededor de «rompo todo, mato a todos». Y siempre con una actitud fuck the police que no termino de tragar, pero que le pega bastante al personaje.

Con ver un par de imágenes queda claro que todo va a girar entorno a nuestros poderes. Empezamos tirando fuego, al poco conseguimos el neón y el par restante ya lo descubriréis más adelante, porque son un poco spoiler. No son muchos y el rango de ataques de cada uno es justito (un disparo, un aturdimiento y un ataque fuerte, aparte del golpe cuerpo a cuerpo siempre presente).

Cada uno de ellos tiene sus propias características tanto dentro como fuera de los combates. Dentro cambia sobretodo la forma de aturdir y el disparo potente, pero es más interesante lo que hay fuera, lo que nos ayuda a movernos por la ciudad, porque las opciones sin ellos son prácticamente inexistentes.

Es un juego de mundo abierto, pero no un sandbox como dicen en muchísimos lados. O al menos yo no lo consideraría así. La misión principal es por supuesto lineal y hay una única opción a seguir, y las secundarias no ofrecen nada más que la posiblidad de encontrar algún fragmento para mejorar nuestros poderes o conseguir trofeos, porque si no, ni eso. Además de que las secundarias son siempre las mismas sólo que en otro distrito, y no aportan absolutamente nada.

Le pasa un poco como al primer Assassin’s Creed, que las secundarias son tan insulsas e importan tan poco, que si no es por los trofeos pocas razones hay de hacerlas.

Como juego en sí esto es un juego de acción, así que las opciones para movernos se basan en, como había dicho antes, usar nuestros poderes para avanzar. Por ejemplo, con el poder de humo podemos entrar en los conductos de ventilación o con el de neón se puede escalar por paredes. Tanto las habilidades de movimiento como las de ataque se pueden ir mejorando con un árbol bastante sencillo de usar, y si no siempre quedará el escalar edificios a pelo, más lento y algo casi impensable cuando avanzamos un poco.

Por suerte la base jugable sí funciona bastante bien. El juego es divertido y entretenido, que es lo que importa. Dedicarse a hacer el mal sin pensar demasiado está bien aunque terminemos llegando a caer en una espiral de caos donde veremos que no tiene mucho sentido seguir haciéndolo, sobre todo cuando lleguemos al máximo nivel de karma.

Y hablando del karma, si una parte importante son los poderes la otra es el balance entre bien y mal que hay en el juego. Casi cualquier acción tiene su repercusión buena o mala. Es fácil distinguir cual es cual, porque son tan básicas como «mata gente es malo, salva gente es bueno». Como a los del D.U.P. (la brigada anti-bioterroristas, enemigos en el juego) hay que atacarlos sí o sí, mejor disparar a los pies que a la cabeza. Y los pequeños actos que hay por el mapa, como destruir cargamentos de droga o matar civiles, están bien marcados en azul (bueno) o rojo (malo) para que sea bien sencillo todo.

Cuando presentaron el juego hablaron mucho sobre este sistema y de cómo habían mejorado el concepto original para hacer algo nunca visto, que en todo momento cambiara la personalidad de Delsin y toda acción tuviera su reacción, pero me da que se han quedado cortos. Es como si todo fuera blanco o negro, sin esos grises que serían tan interesantes. No es un sistema mal hecho, pero sí podría haber dado mucho más de sí.

Pero sin duda el mejor apartado del juego es el visual. No sólo es la bomba a nivel técnico (todas las fotos del análisis las he sacado yo mismo con el botón Share), es que la ambientación, basada en Seattle, también lo es. Tanto la ciudad en sí, con sus distintos barrios y zonas, como todo eso toque grunge y grafitero (incluso hay que hacer pintadas con plantilla) le va como anillo al dedo tanto a Delsin como al total del juego.

Esto combina a la perfección con unos efectos gráficos con lo que la palabra espectacular se queda corta. Cada vez que usemos los poderes se convierte esto en un festival de luces y color digno de ver. El juego puede ser mejor gráficamente de día, porque la visibilidad en todo es mayor, pero de noche es un espectáculo ver todos estos efectos.

El juego está doblado al castellano, lo cual empaña un poco las animaciones faciales que han preparado en Sucker Punch, pero una cosa por la otra. Los diálogos los han traducido como debían si esperaban que nos creamos que Delsin es un chaval con mala hostia y no muchos modales.

inFAMOUS: Second Son como juego de acción es divertido. Sin profundizar demasiado en cada uno de los poderes ofrece la posibilidad de arrasar con todo lo que veamos, lo que siempre está bien. Gráficamente es, para mí, lo mejor de PS4 tanto por su nivel técnico como por lo bien que pega la ambientación.

Más allá, donde chirría un poco más es en la historia, predecible y sosa, así como en el sistema de karma, que podría haber dado más de sí. El que las misiones secundarias sean tan insulsas y se repitan tanto no ayuda tampoco, desde luego.