Análisis Life is Strange (PS4)

He terminado Life is Strange hace cosa de una hora y media (en el momento de escribir esto) y aunque mi plan era ponerme a hablar del juego nada más terminar, me he pasado este rato dando vueltas a lo que han sido estos cinco días de juego y buscando en Internet opiniones y discusiones del juego. Pero ya toca contaros qué me ha parecido.

Podría tirarme horas hablando del juego y me gustaría hacerlo abiertamente, con spoilers y la tranquilidad de hablar de todo lo que es Life is Strange. Pero eso lo haré este fin de semana. Ahora voy con un análisis dejando los spoilers al mínimo para no estropear el juego a nadie, porque es un juego al que deberías llegar sin saber nada.

Life is Strange es una aventura gráfica similar a las de Telltale o Quantic Dream, pero con un enfoque distinto. Nos cuenta la historia de Max, una chica de universidad que descubre que puede volver atrás en el tiempo al intentar evitar el asesinato de una chica, que resulta ser su mejor amiga de la infancia, Chloe. Juntas se dedicarán a intentar resolver el misterio de Rachel Ambers, una amiga de Chloe ahora desaparecida.

Y hasta aquí puedo, o más bien quiero, leer. Seguir más sería meterse en un terreno peligroso y no merece la pena, porque esto es más de lo que se necesita saber para jugarlo. Según vas avanzando van sucediendo muchas cosas, algunas de ellas muy gordas, pero lo mejor de todo es que todas estas sorpresas del juego te pillen desprevenido, para bien y para mal.

Aun así, aun sin contar lo que pasa, yo realmente resumiría la historia del juego en una historia de amistad. Aunque no se pueden obviar los eventos que se van sucediendo, lo que importa de verdad es la relación entre Max y Chloe. Dos mejores amigas que se han reencontrado tras cinco años separadas y que no quieren hacer otra cosa más que estar juntas. Y ahí es cuando tú te sientes también parte de esa pareja, y una vez te tienen atrapado sentimentalmente, ves el juego de otra forma.

Nunca un juego me había hecho sentir lo que he sentido con Life is Strange. El juego tiene momentos geniales de dos amigas pasándoselo bien, pero también tiene unos momentos brutales y que además llegan cuando menos te lo esperas. Y se puede llegar a pasar mal, la verdad. Puede que empiece un poco lento, pero a partir del final del segundo capítulo es ya un no parar de emociones.

Todo esto se acentúa además con el poder de tomar decisiones y cambiar los hechos que suceden. Lo que en muchos juegos son elecciones triviales aquí te ponen más de una vez entre la espada y la pared, y a veces no sabes qué hacer. En una ocasión en concreto (si ya habéis jugado podréis imaginar cual) estuve como diez o quince minutos en la pantalla de elección pensando qué elegir entre las dos opciones. No podía dejar de pensar en las consecuencias que tendría cada acción y en qué haría yo si alguna vez llegara a estar en una situación así.

Me he ido varias noches a la cama (jugaba un capítulo cada noche) hecho mierda y sin poder dejar de pensar en lo que había pasado. Ese es el mayor poder del juego, el conseguir llegarte a lo más profundo y manejarte a su gusto. Casi todas las decisiones se pueden deshacer gracias a nuestro poder de rebobinado del tiempo, pero aun así en algunos momentos cuesta saber qué hacer. Como digo, nunca antes me había pasado esto jugando un videojuego.

No hay muchos otros títulos que se atrevan a pasar por donde pasa este, y quizá por eso me haya impactado tanto. Toca algunos temas realmente jodidos, cosa que no esperaba para nada, porque es otro nivel. Pero aunque lo haya pasado mal no lo cambiaría por nada del mundo, porque he disfrutado todas y cada una de las horas que me ha durado, que no son pocas.

Una de las cosas que más me han gustado es el ritmo del juego y lo absolutamente pausado que puede llegar a ser cuando quiere. No hay urgencia en nuestras acciones, podemos explorar los escenarios tranquilos, mirar todos los objetos que estén a nuestro alrededor y tomarnos el tiempo que queramos a la hora de elegir una opción en las conversaciones. Tú marcas el ritmo y el juego no te pone ninguna pega para que disfrutes con calma.

Algo que me ha encantado hacer es sentarme en el juego y ver cómo Max divaga. Pero incluso cuando termina de decir las tres o cuatro frases que tiene para ese momento, podemos seguir un rato más sentados, sólo con la música de fondo, mientras va cambiando la cámara. Es un ratito para desconectar e intentar ponerte en la piel de una chica que rebosa optimismo y esperanza.

Y es que el juego es tremendamente bonito en todos los sentidos. Los colores que deciden usar, la ambientación, la música que acompaña en cada momento, el ánimo de cada escena, la personalidad de Max y Chloe… Incluso la traducción que tiene al castellano me parece perfecta, porque sabe captar el tono del juego perfectamente. Es un juego que acompaña a que te pares en todos los objetos del escenario a mirarlos para que Max hable un poco más y te cuente qué piensa. Te invita a tomarte todo el tiempo del mundo para disfrutarlo a tu manera, sin saber con qué te va a venir más adelante.

Como decía al principio, podría tirarme horas hablando de Life is Strange, porque hay mucho que quiero comentar, pero ya lo haré en una entrada aparte. Aquí no quiero destripar nada más de lo necesario porque es mejor llegar sin saber nada y dejar que el juego te sorprenda.

Es un juego que sabe cómo transmitir sentimientos, desde algo como una amistad pura hasta momentos brutales y que te dejan totalmente chafado. Pero hay que pasar por ellos también, porque son parte de un total precioso en su conjunto, y que ojalá hubiera descubierto antes. Sinceramente, ojalá tuviera yo también ese poder de rebobinar el tiempo para poder volverlo a jugar de cero sin saber qué me espera delante.

Si lo vais a jugar sin haberlo hecho antes os recomendaría lo que he hecho yo, un capítulo por día para tener tiempo para digerir los finales y pensar un poco en todo lo que ha ocurrido. Así es como se disfruta más.